miércoles, 18 de abril de 2007

Temporal. Centro Cultural Recoleta. 2005

Viviana en blanco y negro

Decimos: poner blanco sobre negro, queriendo decir que podemos  definir las cosas con claridad. Que pudimos establecer un orden y una clasificación. Que podemos discernir. Y soñamos que objetivamos.
Blanco sobre negro, la certeza que nos salva de toda confusión. El saber que nos libera de un ominoso sinsentido.
Pero blanco sobre negro, o en este caso negro sobre blanco, puede también desnudar un juego cruel sobre de los límites de las formas,  en las fronteras de las cosas, donde acaba o comienza cada cuerpo.
E ingresarnos desapercibidamente en el mundo de lo monstruoso.
Lo monstruoso como lo que anida, lo que se incuba en cada sombra que se alarga, en cada espesor que se ensancha. Lo monstruoso como irreal, lo que ya no pertenece al continuo de las representaciones, porque desborda la razón que fundó las cosas en su sitio, blanco sobre negro. O negro sobre blanco.
Pintar esas deformaciones es soplar en la burbuja de cristal para que estalle; o no estalle, pero pierda toda la impecable redondez que impide hablar del mundo inacabado; el que se hace y se deshace en el espacio de cada forma; el que no vence al tiempo y tampoco consigue mantener el equilibrio.
Recordándonos mantener despierta la sutil premonición que nos deja intuir que las formas todas son manchas que un dia buscarán ansiosamente encontrarse, amalgamarse, fundirse o perderse, como deseo último de todo lo viviente.

Tulio de Sagastizábal. Buenos Aires, 2005.

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